Buscando Fortuna

      Ahmed es un joven iraní que vive cerca de las zonas desérticas de Doha, junto a su esposa y su hija de dos años, viviendo en un cuarto pequeño, trabajando largas horas para lograr el sustento diario. Él abandonó su patria buscando un destino que le brindará mejores oportunidades, pero las desdichas de la vida lo dejaron confinado junto a su familia en un país del que no puede salir y no le da esperanzas para vivir mejor.

Sus ingresos son de un trabajo del azar, en las afueras de uno de los safaris que se popularizan con los turistas que llegan a estas tierras, con un par de camellos por lo que cobra algunas monedas para montar y tomar algunas fotografías a los que llegan con esa curiosidad. Hay días buenos donde muchos lo eligen de entre tantos que realizan el mismo trabajo, tratando de llamar a los posibles clientes con voz dulce a pesar de las dificultades que vive, soñando tener un golpe de suerte que lo haga salir de la miseria, pero lo común es que solo logre juntar lo suficiente para el bocado y la renta.

Una vida nueva



        Me desperté con un intenso dolor en todo el cuerpo, aún estaba fuera de mí, alienado y apenas podía diferenciar donde estaba. Con la vista nublada y con la luz opacando las figuras a mí alrededor, solo podía diferenciar pocos colores en ese pequeño cuarto. Hay un gran silencio, tan profundo que parecía no estar en ningún lugar, un ambiente inerte y desesperante. No puedo recordar nada, no sé qué me ha pasado, ni cómo he llegado a este lugar. ¿Dónde estoy? ¿Acaso aún estoy vivo?

He vuelto a abrir los ojos después de haber caído inconsciente, estoy un poco más alerta, a lo lejos se escuchan algunas voces casi imperceptibles e irreconocibles, quisiera gritar, pero algo me lo impide, una especie de mascara cubre mi boca y un tubo atraviesa mi garganta. Mi cuerpo está cubierto de vendas, casi como una momia y no me puedo mover. Poca luz en la habitación en este momento, al parecer el velo de la noche está cayendo. Sigo sin saber nada, no sé quién soy, un frio recorre mi espina, es el terror de enfrentar lo desconocido que me hace temblar. Entre pavor y dolor, mis sentidos se desvanecen nuevamente.



Bajo Estrellas

     
    Ella siempre fue una de las niñas más lindas de la escuela, pero nunca pude hablarle, mi admiración de niñez se había quedado guardada dentro de una máscara de timidez. Con miradas infantiles no pensé más allá que en juegos y fantasías inocentes. Viviendo en cada día una nueva aventura dentro de un mundo sin verdaderas responsabilidades.

El destino nos mantuvo alejados, pero fue quien nos acercó unos años después, aun tan linda como la tenía en mis recuerdos, tal vez un poco más. Me escondía entre las hojas de papel, a lo lejos, aunque estuviese junto a mí, con palabras esquivas entre ejercicios de matemáticas, pero mis ojos se desviaban de las ecuaciones hacia su rostro, sin saber qué hacer, decir o cómo actuar, dejando que el tiempo me llevara consigo como esperando algo mágico que me impulse hacia ese anhelo que traía dentro.

El reloj camina, sin detener su curso y mis pasos se mantenían lentos, casi sin avanzar, pero los caminos son torcidos a veces y las palabras confusas, queriendo acercarme a ella, conocí a alguien más, su mejor amiga, quien estaba más cerca de mí y que podría llevarme a ella, pero esta amistad se extravío en su propósito y me hizo alejarme más. Entre platicas nerviosas y entre no saber qué decir, una relación empezó, no quien tenía en mi mente, sino con la amiga de ella, no sabía porque, pero así había sucedido.


Encuentro Lúgubre


      A pocos minutos de que empiece el alba, el amanecer está próximo, solo a instantes de que el sol ilumine los senderos de este bosque, donde muy pocos llegan, me veo sentado en la oscuridad, sobre unas piedras que forman un pequeño plano, esperando que el frío de la madrugada se aparte y que la luz me muestre el camino a seguir, si al azul norte o al rojo sur. No hay mucho en mi mente y es poco lo que puedo sentir, me he llenado con una gran apatía que no me deja de ver las cosas como deberían ser, ni siquiera porque hay un cuerpo sin vida a pocos metros.

Un espacio vacío alejado de la ciudad, lugar perfecto para esta escena lúgubre, un hombre tirado boca abajo con un orificio en la parte posterior de la cabeza producto del disparo de la pistola que está a sus pies, con el olor a pólvora en el ambiente confundido por el humo del cigarro aun encendido entre las piedras cerca de su mano. Y yo, viendo como que nada sucediera, solo observando, notando cada detalle de lo que ha sucedido, sin remordimiento, sin culpa, sin conciencia. 

Lluvia y Café



         Era un día de esos que parecen no tener ánimo, en los que al ver hacia afuera te llena de tristeza, al menos un poco. Las nubes no dejaban ver a un sol totalmente escondido, sus rayos de luz a penas se podían notar. Un día gris, con una lluvia recia y sin dar tregua a los transeúntes, un frío que se colaba en mi habitación a través del viento humedecido. Una mañana que tenía lo justo que hace desear quedarte en casa, arropado entre las sábanas, tomando un chocolate caliente y no salir ni siquiera a comprar.

Días así, nos provocan muchos sentimientos de melancolía, pesadumbre y son de poco gustar por muchos, pero no todos, siempre habrá alguien que recordará con un poco de nostalgia en sus almas, ciertos momentos especiales vividos en un día de lluvia y no pasaran por alto en sus memorias cada vez que un aguacero empiece ante sus ojos.

A veces la tormenta nos agarra en lugares imprevistos y buscamos refugio en cualquier sitio que esté cercano a nosotros, lo que puede llevar a conocer a nuevas personas empujadas al mismo lugar, a veces situaciones graciosas y también pueden traer momentos únicos, así que lo que pueda suceder en esos días será diferente y en ocasiones mágico también.


Dia sin Luz


        A penas he podido dormir, a como ya es costumbre desde hace varios días, mi mente se mantiene recorriendo pasajes sin sentido y mis ojos se mantienen abiertos en la oscuridad de la media noche, dando mil vueltas en la cama, de un lado a otro hasta poder conciliar un poco el sueño, despertando a cada instante, en cada momento mirando mi teléfono buscando alguna notificación de tu parte, pero no he recibido nada, ni un solo mensaje, puedo ver, con un ojo abierto y el otro cerrado.

Traté de dormir a como pude, la noche ha sido eterna, pero se me ha hecho difícil poder conseguirlo, me siento cansado y quisiera pasar todo el día en cama, sin hacer nada más, pero no puedo hacerlo. Las responsabilidades de la vida adulta no me lo permiten

Al parecer hoy será un día oscuro, desde antes que llegara la hora de aclarar el sonido de las gotas golpeando el techo y mi ventana me mantuvieron atento, el cielo está nublado, una brisa está cayendo, a pesar que no debería en esta época del año.


Desde mi Ventana



     Es un día soleado y resplandeciente, maravilloso como para desaprovecharlo y permanecer dentro de casa. Con algunos amigos nos ponemos de acuerdo a salir a caminar en los alrededores de mi vecindad, platicamos, reímos, lo normal cada vez que nos vemos. Ya de regreso nos percatamos que en la calle contiguo a la mía un camión de mudanzas ha llegado, nuevos vecinos se están mudando al vecindario, pero no le prestamos mucha importancia más que por curiosidad. 

Desviamos nuestro andar hacia la casa, y logro notar a una muchacha dirigiendo el proceso de descargue, ella está sola, no veo a nadie más, solo la acompaña su mascota, un perro pequeño y afelpado. Es una muchacha joven, tal vez unos años menor que yo, atractiva, se nota con energía y con una sonrisa animada. Pero solo fue una pequeña mirada al momento de pasar cerca, tratando de disimular. Seguimos nuestros caminos y cada quien se dirigió a su propio hogar.


Devaneo Errático

          El paisaje borroso pasa de manera veloz ante sus ojos, el asfalto del arcén, las vallas a la orilla de este, la vegetación bajo la luz de los maderos con luminarias eléctricas. El reflejo de la refulgencia se refleja en el vidrio al que su frente está reposando, escuchando las voces lejanas de los compañeros de viaje, cerrando los ojos en cada golpe de iluminación, alejándose de la realidad perceptible y atrapándolo en los senderos de la somnolencia, se escucha una voz a lo lejos y con ecos llamando a un nombre.

- león… León… LEÓN.

En un cuarto desconocido abre los ojos León, como todos lo llaman, desde que sus conocidos tienen memoria, su nombre queda olvidado ante la costumbre de referirse a él únicamente por su apellido. Acostado en la cama de una casa desconocida, se encuentra desorientado, su respiración es pesada y un fuerte dolor de cabeza lo aqueja causado por una noche de desvelo y alcohol. El sol se entromete entre la ventana medio abierta y le azota la mirada, posándose sobre su rostro. Sin camisa, con el pantalón a medio abrochar, con la garganta reseca y un olor intenso a tabaco impregnado al ambiente, a la cama, a su piel. 


Bramido del Mar

        Un día más con la luz del sol golpeando mis ojos a través de la ventana de la oficina, trabajando o pretendiendo que lo hago desde horas muy tempranas, con el cansancio como acompañante tras muchas noches sin poder conciliar el sueño, lleno de incertidumbres y frustraciones sin saber qué hacer, más que seguir en la monotonía de actividades robóticas a las que yo y mis compañeros estamos acostumbrados. Aparentando con la costumbre un “Buenos días” y una sonrisa vacía que nadie puede comprender.

Largos ratos llenos de silencio, solo interrumpidos por las llamadas telefónicas que llegan de vez en cuando, cerca o lejos. Pocas palabras se cruzan entre los presentes, que viven en un mundo alterno dentro de las imágenes de una pantalla, que consume nuestros minutos, absorbiéndonos desde que inicia la mañana y que nos escupe a la realidad al final de cada jornada.


Luz en la tempestad

    El semáforo estaba en verde, los autos pasaban, era casi hora pico y el tráfico estaba pesado. Había mucho ruido debido a los motores, bocinas, personas gritando en las cercanías. El sol ya se estaba ocultando dando ese color naranja a la tarde, la temperatura ha bajado, ya no calienta como en horas anteriores y el viento refresca el inicio del crepúsculo. Un habitual martes para finales de octubre, en esta abarrotada ciudad.

A la espera de que la luz vial cambiara para poder cruzar se encontraba Adrián, un tanto cabizbajo, cargando el bolso de su computador al hombro y con una mano en el rostro protegiéndose con un pañuelo del polvo que se ha levantado con el pasar de los automóviles. Auriculares en sus oídos escuchando las mismas melodías habituales y que sirven de límite al mundo exterior. Llevando el celular en la mano, mirando constantemente su pantalla en busca de noticias.

Una mano extraña le roza el brazo, vuelve a ver dudando que sea algo bueno, pero era una cara familiar, el rostro de una amistad del pasado con una sonrisa majestuosa lo veía con afán, unos ojos llenos de vida y ánimo. Él sabía que la conocía, no tenía duda de eso, sin embargo, su consciente no tenía la certeza de quién era esta persona.


La inocencia de una espera


         El anuncio de que el momento del aterrizaje ha sonado, a menos de 20 minutos de llegar a tierra después de muchas horas de vuelo. El alba empieza a verse a través de las ventanas, ya abiertas por instrucción de la tripulación. El cansancio es extenuante, sin poder dormir bien, en este espacio confinado a la poca comodidad. Las sillas en su posición vertical a la espera del golpe y el estruendo que acusa la llegada del avión.


La aeronave se detiene junto a la puerta de desembarque, los pasajeros se levantan para salir y uno a uno comienzan a caminar. Tomo mi maleta de mano y la chaqueta que me abriga en cada trayecto, sigo la hilera formada frente a mí. Poniendo los pies fuera se siente lo helado de esta ciudad a inicios del año. Pero vengo preparado y protegido para ello. La caminata un tanto extensa conduce a la zona de inmigración, donde una nueva fila espera. Después de algunos minutos, mi turno llega, el oficial hace las preguntas de rigor y me deja continuar. Busco la banda donde saldrá mi maleta, la cual tendré que ingresar nuevamente, ya que este punto es solo una escala.


El Silencio y sus Demonios


       Me veo en una total soledad, plagada de fantasmas que me rondan, alejado de todos aquellos que alguna vez fueron mis amigos y que ahora están distanciados por una gran extensión de tierra y mar. Días opacados por memorias de tranquilidad y noches que no terminan tras un camino oscuro que se avecina, el ruido me enloquece y el silencio es mi refugio.

Amante del vacío y la lejanía, acurrucado en las fantasías de un porvenir cargado de alegrías y vanidad. Escondido en un rincón en medio de las voces de desconocidos, quienes son todos y nadie a la vez. Aceptando un destino con la sonrisa de un hipócrita, enfrentando las palabras restantes de un mundo enfocado en destruir lo poco de bondad que queda en mi ser.


Los muchos desafíos y contradicciones de las malas decisiones nos llevan a un callejón sin salida, al camino del que no habrá más retorno. A todos nos llega ese momento en el que no sabemos qué hacer, nos miramos sumidos en un agujero del que no podemos salir y tendremos que enfrentar la realidad con simples sonrisas e ilusiones de que todo mejorara. Notamos como nada parece funcionar, ni tener sentido y cada vez se torna más difícil ver con claridad lo que nos rodea.


Decepción

       Las historias de ahora ya dejaron de ser como antes, el romanticismo se ha perdido y las relaciones son con más frecuencia un reflejo de los productos de consumo diario, algo descartable. Una tendencia se acrecienta con cada nueva generación y las parejas cada vez menos acaban su relato siendo de color de rosa, lejos de la felicidad. En una gran parte de las ocasiones los amores se ven deslucidos por mentiras, engaños, deslealtad, indiferencia, son atacados por las decepciones. Y es que todo empieza como un cuento de hadas, tan lindo al principio, la ilusión inicial, pero cuando esta alegría efímera empieza a desteñir, poco es lo que se puede hacer frente a la desilusión.

Se torna difícil, como un baño de agua fría en días de invierno en Siberia, querer aceptar ese choque con la realidad, cuando te das cuenta que esa persona que te ha despertado el mayor sentimiento, a quien le has dedicado tu tiempo, tus fuerzas y todo lo que puedes dar, de quien te has enamorado, ha desaparecido bajo el manto del cansancio, la costumbre, la rutina y sobre todo el desinterés. Es tan complicado de sobrellevar y muchas veces el asunto conlleva a una relación quebrantada, uno o ambos corazones rotos y a convertirse en solo un nombre más en la lista de decepciones amorosas. Ser parte de un conjunto llamado olvido.


Cautividad



       Ella era de una belleza inmensurable, esbelta, de piel de olivo y miel, con una tez fina adornada por ojos preciosos como zafiro, viendo constantemente alto, contemplando al horizonte. Una cabellera cual petróleo crudo, lacio y libre como el viento que viene y va sin fronteras, prominente. Agraciada como amazona, con una elegancia que exalta los atributos y sinuosidad de su figura.


Rebosante de alegría, divertida, con una sonrisa que irradiaba buenas vibras a todos los que la miraban. Su alma pura cual criatura tierna, preocupada por el prójimo, dispuesta siempre a ayudar y a dar palabras de aliento cada vez que alguien lo necesitara. De carácter fuerte cuando era necesario, pero asequible ante cualquier necesidad. Educada, intelectual, empresaria exitosa, amante de la vida en general. Una mujer empoderada, para luchar contra todas las dificultades de la vida. Ella era el epíteto de grandeza como ser humano.

El Tiempo Vuela

   Una mañana soleada, mucha gente camina por las calles, ocupados en sí mismos, con sus propios mundos, pero no él, mirando a su alrededor, buscando algo entre la multitud. Caminaba  sin rumbo, viendo pasar a miles a su lado, hasta que ella chocó con él.

Ambos se miraron a los ojos y sintieron que el mundo cambió para ellos. Empezaron a salir, a platicar y reír, tras miradas profundas, palabras dichas y una taza de café, acordaron serían una pareja.

Sus días empezaron con mucha felicidad y cada día hablaban, se mandaban mensajes y de vez en cuando salían a caminar o a comer.

Los días se hicieron semanas y estos meses, las cosas iban cambiando, ella había empezado a sentir mucho por él, pero él aún no estaba seguro, ella trataba de hacer todo para que él se enamorara de ella, pero los días pasaban y parecía una tarea imposible.