Bramido del Mar

        Un día más con la luz del sol golpeando mis ojos a través de la ventana de la oficina, trabajando o pretendiendo que lo hago desde horas muy tempranas, con el cansancio como acompañante tras muchas noches sin poder conciliar el sueño, lleno de incertidumbres y frustraciones sin saber qué hacer, más que seguir en la monotonía de actividades robóticas a las que yo y mis compañeros estamos acostumbrados. Aparentando con la costumbre un “Buenos días” y una sonrisa vacía que nadie puede comprender.

Largos ratos llenos de silencio, solo interrumpidos por las llamadas telefónicas que llegan de vez en cuando, cerca o lejos. Pocas palabras se cruzan entre los presentes, que viven en un mundo alterno dentro de las imágenes de una pantalla, que consume nuestros minutos, absorbiéndonos desde que inicia la mañana y que nos escupe a la realidad al final de cada jornada.


Luz en la tempestad

    El semáforo estaba en verde, los autos pasaban, era casi hora pico y el tráfico estaba pesado. Había mucho ruido debido a los motores, bocinas, personas gritando en las cercanías. El sol ya se estaba ocultando dando ese color naranja a la tarde, la temperatura ha bajado, ya no calienta como en horas anteriores y el viento refresca el inicio del crepúsculo. Un habitual martes para finales de octubre, en esta abarrotada ciudad.

A la espera de que la luz vial cambiara para poder cruzar se encontraba Adrián, un tanto cabizbajo, cargando el bolso de su computador al hombro y con una mano en el rostro protegiéndose con un pañuelo del polvo que se ha levantado con el pasar de los automóviles. Auriculares en sus oídos escuchando las mismas melodías habituales y que sirven de límite al mundo exterior. Llevando el celular en la mano, mirando constantemente su pantalla en busca de noticias.

Una mano extraña le roza el brazo, vuelve a ver dudando que sea algo bueno, pero era una cara familiar, el rostro de una amistad del pasado con una sonrisa majestuosa lo veía con afán, unos ojos llenos de vida y ánimo. Él sabía que la conocía, no tenía duda de eso, sin embargo, su consciente no tenía la certeza de quién era esta persona.


La inocencia de una espera


         El anuncio de que el momento del aterrizaje ha sonado, a menos de 20 minutos de llegar a tierra después de muchas horas de vuelo. El alba empieza a verse a través de las ventanas, ya abiertas por instrucción de la tripulación. El cansancio es extenuante, sin poder dormir bien, en este espacio confinado a la poca comodidad. Las sillas en su posición vertical a la espera del golpe y el estruendo que acusa la llegada del avión.


La aeronave se detiene junto a la puerta de desembarque, los pasajeros se levantan para salir y uno a uno comienzan a caminar. Tomo mi maleta de mano y la chaqueta que me abriga en cada trayecto, sigo la hilera formada frente a mí. Poniendo los pies fuera se siente lo helado de esta ciudad a inicios del año. Pero vengo preparado y protegido para ello. La caminata un tanto extensa conduce a la zona de inmigración, donde una nueva fila espera. Después de algunos minutos, mi turno llega, el oficial hace las preguntas de rigor y me deja continuar. Busco la banda donde saldrá mi maleta, la cual tendré que ingresar nuevamente, ya que este punto es solo una escala.


El Silencio y sus Demonios


       Me veo en una total soledad, plagada de fantasmas que me rondan, alejado de todos aquellos que alguna vez fueron mis amigos y que ahora están distanciados por una gran extensión de tierra y mar. Días opacados por memorias de tranquilidad y noches que no terminan tras un camino oscuro que se avecina, el ruido me enloquece y el silencio es mi refugio.

Amante del vacío y la lejanía, acurrucado en las fantasías de un porvenir cargado de alegrías y vanidad. Escondido en un rincón en medio de las voces de desconocidos, quienes son todos y nadie a la vez. Aceptando un destino con la sonrisa de un hipócrita, enfrentando las palabras restantes de un mundo enfocado en destruir lo poco de bondad que queda en mi ser.


Los muchos desafíos y contradicciones de las malas decisiones nos llevan a un callejón sin salida, al camino del que no habrá más retorno. A todos nos llega ese momento en el que no sabemos qué hacer, nos miramos sumidos en un agujero del que no podemos salir y tendremos que enfrentar la realidad con simples sonrisas e ilusiones de que todo mejorara. Notamos como nada parece funcionar, ni tener sentido y cada vez se torna más difícil ver con claridad lo que nos rodea.


Decepción

       Las historias de ahora ya dejaron de ser como antes, el romanticismo se ha perdido y las relaciones son con más frecuencia un reflejo de los productos de consumo diario, algo descartable. Una tendencia se acrecienta con cada nueva generación y las parejas cada vez menos acaban su relato siendo de color de rosa, lejos de la felicidad. En una gran parte de las ocasiones los amores se ven deslucidos por mentiras, engaños, deslealtad, indiferencia, son atacados por las decepciones. Y es que todo empieza como un cuento de hadas, tan lindo al principio, la ilusión inicial, pero cuando esta alegría efímera empieza a desteñir, poco es lo que se puede hacer frente a la desilusión.

Se torna difícil, como un baño de agua fría en días de invierno en Siberia, querer aceptar ese choque con la realidad, cuando te das cuenta que esa persona que te ha despertado el mayor sentimiento, a quien le has dedicado tu tiempo, tus fuerzas y todo lo que puedes dar, de quien te has enamorado, ha desaparecido bajo el manto del cansancio, la costumbre, la rutina y sobre todo el desinterés. Es tan complicado de sobrellevar y muchas veces el asunto conlleva a una relación quebrantada, uno o ambos corazones rotos y a convertirse en solo un nombre más en la lista de decepciones amorosas. Ser parte de un conjunto llamado olvido.


Cautividad



       Ella era de una belleza inmensurable, esbelta, de piel de olivo y miel, con una tez fina adornada por ojos preciosos como zafiro, viendo constantemente alto, contemplando al horizonte. Una cabellera cual petróleo crudo, lacio y libre como el viento que viene y va sin fronteras, prominente. Agraciada como amazona, con una elegancia que exalta los atributos y sinuosidad de su figura.


Rebosante de alegría, divertida, con una sonrisa que irradiaba buenas vibras a todos los que la miraban. Su alma pura cual criatura tierna, preocupada por el prójimo, dispuesta siempre a ayudar y a dar palabras de aliento cada vez que alguien lo necesitara. De carácter fuerte cuando era necesario, pero asequible ante cualquier necesidad. Educada, intelectual, empresaria exitosa, amante de la vida en general. Una mujer empoderada, para luchar contra todas las dificultades de la vida. Ella era el epíteto de grandeza como ser humano.

El Tiempo Vuela

   Una mañana soleada, mucha gente camina por las calles, ocupados en sí mismos, con sus propios mundos, pero no él, mirando a su alrededor, buscando algo entre la multitud. Caminaba  sin rumbo, viendo pasar a miles a su lado, hasta que ella chocó con él.

Ambos se miraron a los ojos y sintieron que el mundo cambió para ellos. Empezaron a salir, a platicar y reír, tras miradas profundas, palabras dichas y una taza de café, acordaron serían una pareja.

Sus días empezaron con mucha felicidad y cada día hablaban, se mandaban mensajes y de vez en cuando salían a caminar o a comer.

Los días se hicieron semanas y estos meses, las cosas iban cambiando, ella había empezado a sentir mucho por él, pero él aún no estaba seguro, ella trataba de hacer todo para que él se enamorara de ella, pero los días pasaban y parecía una tarea imposible.