Hito



         El clima aún está frío, mas no gélido, los días de temperaturas muy bajas se están marchando para iniciar la época que el sol calienta un poco más, con el cielo lleno de nubarrones queriéndose marchar hacia el horizonte o solamente esperando para disiparse entre precipitaciones, una brisa leve ha dejado las calles húmedas, que ahora secan con los rayos solares que medio se dan paso entre las nubes y el viento que baja de las montañas cercanas y apenas se da espacio entre los edificios de la zona. Es una mañana fresca en este sábado de abril en esta ciudad capital, Andorra La Vella.
Andorra, este pequeño país situado en los Pirineos, entre España y Francia. No existen muchos lugares en el mundo que puedan presumir de contar con tanta de naturaleza en comparación a su territorio. Es un auténtico paraíso verde, formado por preciosos paisajes y bosques. Cúspide en la guerra contra la humanidad por la personificación de la diosa griega Gaia. Un lugar sin sistema ferroviario, ni aeropuerto internacional, pero con economía creciente por el turismo. El nivel de habitantes no es exuberante y su densidad se concentra en su capital.
Es un poco antes de las nueve de la mañana, hay poca afluencia de personas en los alrededores de la calle Carrer Pere d'Urg, en su parte cercana al río La Valira, algunos en su camino al trabajo, hay quienes han salido a caminar un poco o recorrer la ciudad en bicicleta para realizar alguna encomienda, otros en busca algún bocado para el desayuno o simplemente un café para empezar el día. Entre ellos caminando contra el viento viene Elizabeth, bien abrigada con un suéter cuello abierto azul marino de algodón y una bufanda rosa de punto bicolor con flecos, con su pelo suelto revoloteando a las ondas del aire.

En esta calle se localiza el Café K L'Irina, cafetería y restaurante de comida variada, adecuada para cada momento del día y con una selección de vinos locales, por los cuales es conocida esta zona. La fachada es casi en su totalidad de vidrio, dejando ver lo agradable y ameno del ambiente, el local no muy grande, bien iluminado y con un estilo minimalista, tal vez cotidiano, pero a la vez sofisticado.
En su interior, no mucha gente sentada a las mesas blancas, con un florero en su centro y las sillas oscuras; son pequeñas, con dos sillas, pero juntas de dos en dos para poder disfrutar en compañía. Se ve un matrimonio con su hijo, cerca de la entrada, una joven pareja más adelante, la dama que está detrás del contador, un camarero atendiendo las mesas, dos señores de edad tomando café en la mesa del fondo y a la derecha de la entrada hay una última mesa, única que es sencilla, solo con dos asientos, a la par del vidrio dando a la calle, en este punto se encuentra un señor joven, los años ya empiezan a notarse un poco pero aun sin entrar en la etapa de vejez.
Sentado a esa mesa, con un plato pequeño con los sobrantes de un croissant, una taza de té a la mitad ya frio y un computador portátil en el cual escribe por momentos. Lleva lentes para la vista con cierto polarizado que los torna oscuros ante la luz del sol que se asoma del exterior, una gorra gatsby de color oscuro grisáceo, una camiseta blanca, manga larga, pero dobladas hasta los codos. Con la mano izquierda sobre el rostro en tono pensativo, moviendo la mirada de un lado al otro dirigidos a la pantalla de su laptop. Alejado totalmente de su alrededor y ensimismado buscando las ideas y palabras adecuadas para cada línea que escribe.
En ese instante la silueta de una dama se posa junto su mesa en dirección a él y una voz un tanto nerviosa alcanza a escucharse diciendo: - ¿Eres tú?
Es Elizabeth la que está frente a él, viéndolo fijamente con una mirada de asombro, un poco asustada. Es aparente el estado de nervios que tiene y no le es posible contenerlo, sus manos tiemblan sutilmente y sus ojos un poco rojos queriendo humedecerse con lágrimas, sus piernas son apenas capaces de soportarla ahí de pie y la respiración un tanto cortada por el nudo en la garganta. Ella ha visto al señor cuando entro al lugar y no pudo contener ir hacia él al reconocer un rostro familiar.
- Disculpa, no entiendo lo que me dices – Responde, retirando la mano de su rostro y quitando con ella los lentes.
Ya una vez frente a él, viéndolo más detenidamente, la duda la invade, no está segura de que sea la persona que se imaginaba y nota en su mirada que es alguien más. Aunque es capaz de tomar un segundo aliento y volver en sí, no es capaz de controlar sus movimientos y balbucea entre dientes, bajando la mirada, doblando un poco las rodillas.
- Lo siento, te he confundido con alguien más - Queriéndose marchar, pero dando un paso en falso que la hace tropezar.
Ante la desmejora notable que ella presenta, él se levanta inmediatamente a ayudarla un poco, la toma de la mano y tratando de estabilizarla, le indica que es mejor que tome asiento. Ella un poco más calmada y ahora un poco avergonzada quiere evitar prolongar este episodio bochornoso, negándose y tratando de irse, pero él le dice con una voz tranquilizadora
- Por favor, siéntate solo un momento mientras te recuperas por completo. Insisto. Toma un poco de agua, aunque sea - haciendo un ademán para pedir un vaso de agua.
El la ve a los ojos y ella nota su serenidad, por lo que accede aun con un poco de incertidumbre. Lentamente ella se sienta en la silla frente a él y en eso llega el camarero.
- Aquí té l'aigua
- Moltes gràcies – responde él antes de sentarse nuevamente.
Cierra la computadora, para moverla hacia un lado de la mesa, mientras el mesero retira el plato y la taza de té. Se sienta ante la mirada esquiva de Elizabeth quien aún no termina de asimilar lo que está sucediendo.
- Ten, toma un poco de agua – Le dice, acercando el vaso de agua a ella.
- Muchas gracias. Disculpa este mal entendido, me iré para no molestar en lo que estabas haciendo.
- No te preocupes por ello, no es ninguna molestia, de vez en cuando es interesante que sucedan cosas asi, imprevistas. Pero toma un poco de agua, no te vayas así tan rápido, no quisiera que te suceda algo más.
- ¿Eso es catalán verdad? ¿Eres de aquí?
- Sí, es catalán, pero no soy de aquí, solo llevo un par de años viviendo en el país. Mis pies me han llevado a tantos lugares que ya ni sé de donde soy. Pero aquí encontré un hogar.
Ella trata de embozar una sonrisa amable, mientras esquiva la mirada hacia la calle, toma el vaso de agua y bebe despacio, en lo que él dice:
- ¿Puedo preguntar que ha sido todo eso que paso? ¿Ha dicho me has confundido?
- Así es, tienes un parecido notable con alguien que conocí, hace mucho tiempo atrás.
- ¿Y qué sucedió?
- No quisiera retrasar tu trabajo, además solo venia por un café.
- No me atrasas en nada, es más me gusta platicar con las personas y oír sus historias, sería un honor para mí escuchar la tuya. Con respecto al café, puedes tomarlo aquí mientras me cuentas, yo te lo obsequiaría. Claro, si a ti no te molesta.
Elizabeth lo ve directo a los ojos y encuentra sinceridad en las palabras que escucha, aunque no está segura de que sea una buena idea hablar cosas personales con un desconocido, lo piensa por un instante y acepta la propuesta. El ofrece algo de comer, pero el café es suficiente por el momento. Ella entonces empieza a contar lo sucedido.
"Debo confesar que es difícil para mí contar esto, sobre todo con alguien que no conozco, pero tal vez sea bueno sacar un poco de lo que llevo adentro en este momento que tantas cosas han vuelto a mí. Cuando pasé por esa puerta te vi y me pareció que eras alguien que conocí hace muchos años atrás y tu personalidad me ha dado una cierta paz, algo similar que pasaba con él.  Por ello, te contaré un poco.
Su nombre era Gerardo, nos conocimos por pura casualidad, me lo presento una amiga que teníamos en común una vez que nos encontramos en un centro comercial, se unió a nosotras a comer algo, platicamos y me pareció una persona muy agradable. Nos hicimos amigos, comenzamos a platicar bastante, seguido y en poco tiempo llegó a ganarse mi simpatía, mi cariño, mi corazón, a un nivel que no sabía que era posible, se había convertido en una parte muy especial para mí, aunque nunca tuvimos una relación más allá que amistad, llegamos a ser muy cercanos, aunque discutimos constantemente por tonterías y llegábamos a pasar bastante tiempo sin hablar.
En un momento, después de que habían pasado algunos meses, creí que podríamos tener algo más. Fue justo en ese mismo tiempo que todo cambió, él había aceptado una oferta de trabajo temporal, debía viajar lejos, sería un trayecto muy extraviado, a un lugar un tanto remoto. Eso le ayudaría muchísimo con su carrera, yo lo sabía, era lo mejor para su futuro, aun así, yo me moleste muchísimo porque se iría pocos días antes de mi cumpleaños, en el fondo quería que no se fuera y pasar ese día con él, pero tenía que dejarlo ir.
Un día antes que se marchara discutimos, no por eso, por otra cosa, al igual que veces anteriores, por algo sin sentido, pero yo lo que tenía en mente era que anhelaba se quedara conmigo. Actué impulsivamente culpándolo en mi mente de lo que estaba pasando, sin decirle lo que realmente sentía. Me refugie en otras cosas para justificar mi forma de actuar. Así, sin podernos hablar, como ya era una costumbre, él se tuvo que marchar. En el fondo de mi corazón, después de verlo ir, solo esperaba oír sonar el teléfono y que fuese él para poder escuchar su voz una vez más, que me dijera que me extrañaría y que pronto volvería, pero esa llamada no llegó y no tuve el valor de hacerlo yo tampoco. Solo esperaba que el día de su regreso llegara muy pronto para poder volverlo a ver.
Pocos días después me llegó la noticia trágica, el automóvil que lo llevaría a la ciudad donde haría el trabajo había sufrido un accidente a mitad de camino. Su familia viajo al lugar para buscar como aclarar todo y averiguar lo que había sucedido, pero nunca se supo la historia exacta, solo que fue en una zona montañosa, peligrosa por la lluvia fuerte y que el vehículo se había precipitado a un abismo, al que no era posible llegar. Oficialmente nunca fue confirmado que haya muerto ya que no se encontró el cuerpo, pero era lo que todos creían había sucedido. Al pasar de las semanas todas las esperanzas se perdieron y sus familiares regresaron a casa.
Día y noche recordaba todos los momentos de risas que viví a su lado y en silencio lloraba su partida, más por como actué la última vez que lo pude ver. Hubiera querido haber sido más comprensiva ante lo que estaba pasando y tal vez decirle que no se fuera. Lo hubiera abrazado tan fuerte que me hiciera sentirlo cerca de mí, incluso en su ausencia. Decirle que, si tenía que irse, lo esperaría con mucha alegría por cuanto fuese necesario, pero que regresara.
A pesar que me costó y me rehusaba a creer que se había ido para siempre, tenía que seguir con mi vida, me enfoque en mi carrera y así busque nuevos aires. Hasta poder aceptar que ya jamás volvería a verlo. Tal vez aún muy dentro de mi había una pequeña esperanza de algún día volverlo a encontrar en algún rincón del mundo. Pero debía ver la realidad de las cosas.
Y tú, qué eres tan parecido físicamente y en la consistencia facial, verte me hizo volver a esa idea. Por eso me puse así de frágil ante la situación. Yo sé, tal vez lo que estoy diciendo se escuche irracional. Han pasado tantos años que creí era algo que había superado por completo, pero al parecer, no estaba preparada para encontrarme a alguien que me hiciera recordar todo eso."
Elizabeth termina de contar una historia que la ha llenado de gran emoción, sus palabras se escuchaban llenas de inspiración y su mirada un poco baja, para disimular la humedad en sus ojos, con las manos sujetando la taza de café que ha venido mientras ella estaba hablando, y acercándola para tomar un sorbo después de querer enfriar lo caliente de la bebida con un soplo ligero.
- Lamento escuchar sobre tu pérdida, más aún que yo haya tenido que ver con que lo hayas recordado de esta manera – Responde una vez ella guarda silencio.
- No te preocupes, la culpa no es para nada tuya, es solo una gran casualidad de la vida.
- ¿Puedo preguntar hace cuánto sucedió esto? ¿Qué sucedió después contigo?
Luego de respirar profundo y tomar otro sorbo de café, Elizabeth levanta la mirada y continúa diciendo:
"Eso sucedió hace once años, en pocos meses serán doce. El tiempo ha pasado sumamente rápido después de que eso pasara. Me enfoque en estudiar un poco más los años siguientes para mejorar profesionalmente. Después que mi madre muriera poco después de terminar mi maestría, me mude fuera de la casa de mi padre, fui a otra zona de la ciudad y viví sola por un tiempo, me esforcé para conseguir un mejor trabajo.
Después de un año y ocho meses obtuve una oferta que me trajo a Madrid, en donde conocí a un hombre que me fascinó y con el cual terminé contrayendo matrimonio después de poco de conocernos. Los primeros años fueron maravillosos, casi siempre así sucede, pero poco a poco los problemas empezaron a llegar. Mi trabajo me quitaba muchísimo tiempo y eso propicio muchas discusiones. Eventualmente la relación se había tornado monótona y sentía que algo estaba muy mal en ella, hasta que hace menos de un año nos separamos. He vivido sola desde ese entonces, siempre enfocada en el trabajo."
- ¿Qué te trajo a Andorra? - Pregunta una vez ella termina de hablar
- Un cliente que tiene un negocio acá, solicitó una consultoría de nuestra parte y alguien necesitaba venir. Yo fui la elegida. Pero ya he acabado, hoy me toca volver en el bus de las seis de la tarde.
- ¿Vas a Barcelona?
- Así es, iré directo al aeropuerto para tomar mi vuelo a Madrid.
- Es una lástima que debas irte tan pronto, me ha sido muy agradable escucharte. Tu historia ha sido muy cautivadora, me hubiera gustado escuchar un poco más.
- La verdad, estoy pensando que tal vez no era lo correcto contar todo esto.
- ¿Por qué piensas eso?
- Por qué no te conozco, no sé por qué me dio por decir tanto.
- No te preocupes, no diré absolutamente nada al respecto. Si te parece, puedo hablar un poco yo y así estaremos a mano. Suelo ser bueno para contar historias
- Está bien, cuéntame algo.
Elizabeth acaba su taza de café, mientras escucha atenta las palabras que le están regalando, contando sobre la ciudad y la tranquilidad de la vida. Cuán bellos son los paisajes que rodean todos los rincones del país. Los minutos pasan entre historias de la vida cotidiana local, sobre la comida, vinos, un poco de la historia de la cual él ha aprendido en detalle en tan poco tiempo. Ella pregunta sobre todo y encuentra interesante cada cosa que se ha dicho, hasta que el sol se alza alto indicando que se acerca el mediodía.
Ella lo interrumpe al darse cuenta que nada de lo hablado ha sido algo tan personal como las que por su parte compartió
- Disculpa, se está haciendo tarde, pronto tendré que buscar algo para almorzar, volver al hotel y alistar mi maleta para irme. Agradezco tu amabilidad, pero será mejor que me vaya ya.
- Dices que tienes que almorzar, que tal si comes aquí, tienen muy buenos platillos, te los recomiendo muchísimo, así me das tiempo para poder contarte ahora sobre mí.
- ¿Es verdad que es buena la comida aquí? - Responde, viéndolo a los ojos y sonriendo un poco.
Él explica cómo no solo como la comida es fantástica, sino que lo ofrecen a un excelente precio por la cantidad y la calidad. Una comida de tres platillos, postre y una botella de vino es incluido. Después de ver el menú y las sugerencias han sido brindadas, ambos ordenan sus elecciones, ella decide degustar uno de los platos típicos de la zona como lo es la trucha a la andorrana, receta que acompaña este pescado con un salteado de almendras y jamón. Él pide una escudella, un potaje hecho a base de verduras de temporada y carne de cerdo, platillo que encabeza el listado como uno de los platos andorranos más tradicionales, además pide otro de los platos más emblemáticos dentro de la gastronomía de Andorra, trinchado de montaña, un plato tradicional de la zona pirenaica hecho a partir de col de invierno, patata, ajos y tocino.
Una vez el camarero ha tomado las notas adecuadas de la orden, la nueva historia empieza, mientras guarda el computador en el bolso que está detrás, colgado en el respaldar del asiento.
"Yo vine a Andorra desde junio de hace dos años, buscando alejarme de lo que me había sido cotidiano hasta ese entonces. Aburrido de una vida de trabajos de oficinas, decidí enfocarme en una de las pasiones que tenía y no podría realizar por la falta de tiempo, la escritura.
Hace ya muchos años que vengo viajando sin tener un hogar fijo, trabajando de lo que pudiese de país en país, recorriendo calles distintas cada cierto tiempo, estuve en el medio oriente, en Asia oriental, al norte de África hasta que vine a Europa, he pasado los últimos siete años dando vueltas por acá. Para muchos puede que esto sea tener éxito, pero para mí una gran parte de mi vida había sido perdida por no poderla vivir a gusto.
Aquí he encontrado la paz necesaria para perseguir el sueño de ser escritor y uso mi tiempo para dibujar, salir a caminar más, platicar con gente nueva cada vez que puedo. Venir a tomar un café de vez en cuando y disfrutar de las buenas compañías que a veces me ofrece la vida.
Vivo solo, me enfoque tanto en mi profesión que deje pasar la oportunidad de conocer a alguien especial. Ahora veo que ese ha sido mi mayor error, porque deje el amor de lejos hace muchísimo tiempo atrás, me siento atrapado en un mundo pasado que a veces me encierra en mí mismo. Al inicio fue difícil, pero con el tiempo te logras acostumbrar a la rutina, a ser un tipo de ermitaño dentro de la ciudad"
Los platillos llegan a la mesa junto a una botella de vino cortesía del local al solicitar cada comida. Puestos sutilmente frente a ellos con dos platos adicionales para que ambos puedan deleitarse con todas las opciones, colocando las copas y sirviendo un poco de ese néctar de vid regional. El aroma de la comida es exquisito y ella sonríe al ver los manjares tan apetecibles, mientras el camarero termina de acomodar todo para retirarse diciendo
- Bon appetit!
El insiste que ella pruebe el sabor de cada platillo y así se lleve una completa gama de la gastronomía de la zona. Ambos comen e intercambian unas cuantas palabras acerca de los sabores, la calidad, el vino. Pronto el almuerzo finaliza. Ya está entrando la tarde y ella deberá marcharse pronto.
- Todo ha estado muy delicioso y fue ameno haberte conocido, pero mi hora de partir ha llegado.
- Si entiendo, igual yo ya tendré que irme de acá.
- ¿Pedimos la cuenta?
- No te preocupes por ello, déjame invitarte, si alguna vez regresas, tú me invitas a mí.
- No puedo dejar que hagas eso – Sacando un pequeño monedero donde traía su dinero.
- Por favor, no me ofendas por una tontería así, insisto en pagar.
- Está bien, te lo agradezco. Fue un gusto en conocerte.
- El placer ha sido mío. Por favor toma mi tarjeta – Dice mientras busca algo en una de los compartimentos del bolso – en esa página puedes leer algunos de mis escritos.
- Anush Kamal... ¿?
- Es mi seudónimo de escritor – Responde con una gran sonrisa – Pero me gusta usarlo como mío.
- Mi nombre es Katia Salazar, encantada. Y claro que leeré tus obras. Hasta en otra. Adiós.
- Adiós Katia.
Ella sale del local dando el último adiós levantando su mano al momento de cruzar la puerta. El pide la cuenta y toma sus cosas, para buscar camino de regreso al apartamento donde está viviendo a unas pocas cuadras. Un encuentro fortuito de esos que pasan de vez en cuando acaba de producirse, sin saber si alguna vez se volverían a ver o ese sería el fin de la historia.
Adiós Andorra, tus calles frías fueron acogedoras, pero es tiempo de marcharse, hasta la próxima que se nos dé la oportunidad.

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