Retrato del Fragor


         Navegando en el mar luminoso un choque a los sentidos, emergen recuerdos de un pasado intransigente. Una imagen exalta la meditación en mi mente perdida en banalidades. Buscaba un poco de distracción en esta noche solitaria y todas las opciones se esfuman ante los designios de un gris porvenir, la fragilidad de hilo donde caminamos cada día, tambaleante con la mirada hacia arriba, así no vemos la profundidad del precipicio.

En días, mis noches eran acompañadas del fluido oponente a la sobriedad y estruendos incoherentes para muchos, un fragor ascendente que retumba en mi ser, rodeado de almas oscuras a la perspectiva inculta, pero una cueva donde mis horas parecían tener sentido al ritmo de seis cuerdas estridentes. Voces dulces, voces mefistofélicas, palabras claras, a veces ásperas, con miles sentimientos al fin.

Caminaba hacia la multitud farragosa, hallaba el punto sereno en el caos, miraba al frente entre la opacidad de melenas entrelazadas por la espiral. El eco estalla, el suelo se estremece, voces al unísono  al son del clamor de conflagración. Tropas a cada flanco esperando el golpe de tambor, vorágine humana reclamando su paso a costa del débil. Levitando por la bruma pesada del aire rasante a mercurio. 


Gruñidos y gemidos resoplan contra las paredes, el címbalo cuenta marcha atrás hasta el nuevo despunte. Criaturas danzantes, inmovibles, gritos de duelo en el palacio de lo sombrío. Gritos ásperos salidos del inframundo interno, fuerzas de las entrañas opacando frustraciones y aliviando angustias.


Dentro del porvenir de infortunio, soldados del fulgor vagan entre los espíritus capturando la efigie del instante, se asoman por cada rincón, deambulan como ánimas alienadas solo por el mejor ángulo de visión. Son molestos, inoportunos, algunos ni siquiera son parte del entorno, excepto aquel de baja alzada. Con los cañones disparando centellas, laminando la inmortalidad de todos a su paso. 

Hidalgo de larga cabellera, con vista optimista, elevada al compás de estrépito. Caballero de largas hazañas, dejas tu huella y visión en cada sitio, el mundo mirará a través de tus ojos. Eres compañero de la luz y los momentos, te veo en cada destino perdido que he tenido, pero no te conozco, no sé de dónde vienes, ni a dónde vas. 

Mientras yo, me pierdo en las sombras,  deambulo en sigilo y viajo desapercibido. Me escondo en las cercanías, en las horas pasadas y las hojas de papel. Camuflado con la noche al color del silencio, centinela inadvertido. Mi hogar son los puntos ciegos y las esquinas cóncavas, no soy de aquí, tampoco de ningún lugar. 

El desasosiego se llenaba escudriñando los paraderos del cariño blondo, besando los labios fríos del vidrio ondulante. Imágenes en paredes relucientes al bocado cáustico, sales del almidón retardativo del vahído buscado. Hoy la soledad, con voces grabadas en universos equidistantes, el callar enmudecido por la calma de unos cuantos acordes.

- ¿De dónde eres? -  Una pregunta común en las afueras, pero extraña en este lugar.

El manto parece haber sido removido, amistades novedosas atraídas por una misma inclinación. Años pasados en total lejanía, sin embargo nuevas voces llegan cuando que me toca marchar. No era invisibilidad selectiva, sino total desapego a un mundo nuevo que no es el mío a pesar de vivir en él.

- Estos son los dueños de la oscuridad.

Cada uno va contando sus historias, anécdotas de tierras natales, acentos pronunciados y lenguaje inentendibles. Ojos adormilados con el pasar de las horas, pero animosos, con la mano al aire, agitando el espíritu en sus cantares.

Una tribu que no tiene límites, no margina razas, creencias, ni orígenes. Un clan que abre sus puertas a todo que quiera o se sienta parte. No soy de aquí, no quise, pero me siento de este lugar. Con puños cerrados al saludo de hermanos de toda aleación existente, distinto de tierras antiguas donde los reinos eran divididos entre el cromo y el cobre. No era de aquí, ahora ya no lo sé.

- Este es nuestro hermano, quien nos hace perpetuos.

Noble ser de contextura magra, jinete del tiempo, de orbes lusitanas y aspecto arábigo, recorriendo las naciones del golfo desde reinos ibéricos. Con el que cruce cientos de veces camino, pero al margen del pasar. Dueño del resplandor fugaz, cautivador del trance resonante. Mirando hacia arriba con su bebida en mano, sonriente de las oportunidades.

Pocas palabras pronunció  en ese momento, deseoso de fundirse con el ambiente y disfrutar del acre sabor del jugo de vid, atender el sonido de un recital distante y presente, como todos los que aglomeraban el punto habitual. El techo engañoso escabulle los  soplos de un mañana, el manto de la noche pronto vino, pronto se fue. El sol pronto saldrá, no obstante no todos podrán ver el alba, no hoy, no después. 

Aquella fue la única vez que estreche su mano, nuestras sendas tomaron rumbos aleatorios y los tiempos empezaron a cambiar, mi rutina era la relegación del pasado. Refutar al olvido por acompañar mi desdén, ver salas embelesadas por camadas ilustres vistiendo tintas desiguales en la misma resonancia de la piel de averno.

Los días se tornaron oscuros, la arena caía más rápido, las rutina se tornaba en una prisión psicológica, paredes inexistentes, metal fundido al pavimento calcinante del descuido. El clima caluroso y frio, invierno pasajero a pares, al verano escorchado. Noches sin sueño, días volátiles, fastidio atemporal que me traslada al vigente singlar, hoy.

El viento lleva con celeridad los sucesos de malos augurios, un mundo mórbido por lo infame. Una fijación por lo enfermizo, que a la larga nos envuelve en el torbellino de la sociedad que seguimos como los borregos que la naturaleza nos deja ser. Ahí es donde los recuerdos vuelven y nos hacen recapacitar en aquellos que no han tenido la dicha de ver un día más. Cercanos, conocidos, de quienes apenas se ha escuchado; es el quien, a veces el cuándo, se adentra en los pensamientos  y hace evidente la delicadeza de la existencia.

Caballero de miles de batallas, hoy te ha tocado perder, te toco luchar con un enemigo poderoso, tal vez invencible. No sé cuáles fueron los caminos que recorriste, pero sé que en algún momento estuve en tu presencia, vi tu genialidad, tenacidad y obstinación. En alguna pintura quedaste grabado, pero no en las de tu mano. Tu pincel vio tanto y a la vez tan poco, ahora le quedará a los tuyos o al ‘esquecimento’.

No fuimos amigos, tal vez ni siquiera recordó que en algún momento me vio  o me habló, pero hoy ya no está. Se fue en un suspiro tenebroso que le quito el respiro, sus ojos ya no blandirán el brillo de su espada y las noches de estrépito no serán las mismas. Lo que habrá pasado no es de importancia, no cambiara el presente entender más o saber menos.

Si en el futuro mis pasos vuelven al camino añejo, tal vez su memoria aún vivirá. Un último grito se escuchara en tu nombre, después de un silencio sepulcral que llenará de conmoción a los que marcharon a su lado en algún momento. Con las copas al aire, brindando por un amigo que fue, un amigo al que no se le pudo despedir.

- Hasta siempre, los tambores y metales sonarán muchas veces más por ti. Obrigado Nuno.

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