Alegre Tristeza




       Hoy se ve una sonrisa en mi rostro,  porque es mi trabajo embaucar al público, es parte de un show que debe continuar, día tras día. Pero no dejes que mi alegre expresión de una impresión errónea, porque en realidad el desconsuelo y yo somos uno. No hay que malinterpretar, no soy un amargado, solo estoy triste.

Mi vida es una broma que no logro entender, mi destino fue tallado ante las luces en un escenario que me vio nacer. Bajo una carpa mis padres entretenían para juntar un poco de dinero, yo siempre los veía reír junto a los demás, incluso cuando la pintura había sido mezclaba con lamentos.

Solo era esperar que la última persona se fuese o diéramos la espalda para que el semblante cambiara. La felicidad era efímera, solo unos minutos al día, solo cuando se debía aparentar. Así fue mi niñez, mi juventud, mi vida, aprendí que para el mundo solo éramos la cara del bufón de turno, pero sin el maquillaje solo soy un triste nadie.


No tuve la fortuna de llegar a un mundo de comodidades, ‘sacrificio’ fue una palabra que aprendí al mismo tiempo que a pintar mi rostro por mí mismo, a muy temprana edad. ‘Honradez’ fue el credo que mi padre siempre me inculcó. Y junto a ellos, trajimos miles de sonrisas a niños, jóvenes, adultos, era reconfortante ver las sonrisas infantiles, hasta que llegaba la hora de partir. Así vivimos, hasta que ellos no pudieron seguir más, la desdicha se los llevó de mi lado.

No busqué otros caminos, apenas pude estudiar. Nunca vi mal lo que hacíamos, incluso cuando pasamos dificultades y penas. Deambulando por las calles en busca de limosnas, mendigando algún bocado. Nunca me sentí avergonzado de lo que hago, nunca lo haré.  

Una tradición familiar que no se ha roto y no sería yo quien lo haría, generaciones que se han cubierto por una cara blanca y tinturas rojas, azules, negra, pero que conmigo morirá. Mis hijos se han ido, uno a uno se fueron alejando con sus madres, nadie regresa, nadie voltea a ver el rostro de caricatura, nadie se ríe más. Llevo mis días en soledad y sin saber de nadie.

Voy de casa en casa al llamado de la responsabilidad, con los pies pesados en zapatos grandes, un traje holgado y la piel llena de cicatrices. Entre globos y confeti, poso para las fotografías, haciendo muecas y mostrando el contento cada vez más difícil de fingir, los años se volvieron fatigosos y el aire arisco.

Cuando los días acaban, la noche cae con su frío, el camino a casa se torna más prolongado  y tedioso. Escuchando las mofas de los burlones cotidianos, las miradas a veces buenas de chicos, o de burla y a veces hasta miedo. Tan solo otro largo paseo por el parque, viendo las ilusiones que se esfumaron en el ayer.

Llego de la mano de un poco de pan para sobrevivir y un poco de alcohol para olvidar. Un par de tablones robados hacen de paredes, la oscuridad se esconde con una lámpara de gas, el tejado agrietado deja pasar las gotas de lluvia. El hogar me hace compañía al llorar y yo lo hago también sobre el jergón posado en el suelo áspero. Una pequeña mesa que dejó mi padre y el espejo de mi madre, el tesoro invaluable que ningún otro querrá.

Como los colores aparentan estar feliz, así la tez no parece seguirle el juego. Sonrisas falsas y gracias forzadas para los espectadores que pasan por alto el mundo ajeno. Chistes y juegos, boberías que se repiten una y otra vez, tanto que ya ni sé lo que es gracioso si no hay quien se ría de ello.

Hoy parezco despreocupado, pero solo es para camuflar las penas que vengo cargando. Y para proteger mi orgullo trato de cubrir este dolor con una espectáculo de alegría. No dejen que la función los convenza de que hay felicidad donde nunca ha existido. Todos se han ido y con ellos lo único que me importó.

Las aflicciones físicas han llegado en cúmulo, mi dolor físico es tan grande como el emocional. Las pastillas alivian lo corporal, pero no tengo receta para consolar el alma. Mis días tal vez están contados, no lo sé, pero lo siento, quedando olvidado donde el momento me llame, donde mi siesta se prolongue a la eternidad.

Mirad que estoy herido, quiero que lo veas, quiero que lo sepas, pero no te lo mostraré, no lo diré. Para el mundo pondré la mejor presentación que pueda, pero es solo un show.  Así como mis padres lo hicieron, intentaré esconder la superficie de mi ser, sonriéndole a la multitud y llorando en mi cuarto solitario, limpiando mi rostro noche tras noche a la luz de candil, lavando el tinte de júbilo con un paño de pesadumbres y sollozos.

Hay tantas cosas tristes conocidas por el hombre, pero hay pocas igual a las lágrimas de un payaso cuando ya no hay nadie cerca.

No dejéis que la sonrisa
Les llegase a engañar,
Ni que sea la premisa
Que no me ha de importar.

Mi alma podéis de encontrar
Si buscáis en la claridad,
A los ojos me podréis mirar
Ellos os dirán la verdad.

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“…Y en otras noticias, esta mañana en una banca del parque Ilusión’ se ha encontrado el cuerpo sin vida del conocido payaso Alegrín’, todavía se desconocen los motivos del deceso, se presume fuese un infarto por su avanzada edad, estaba vestido con su acostumbrado traje de colores y el rostro pintado.

Los vecinos lo recuerdan como una persona alegre y jovial, siempre sonreía y ayudaba a todos en su vecindario. Vivía solo y no se le conocía familia. Muchos echarán de menos el buen humor que traía con él. Hoy la risa está de luto.

Ahora en los deportes… ”.
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¿Cuál es el colmo del payaso? Que al final, nadie ría.

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